viernes, 12 de julio de 2013

                              HIERBABUENA DEL CAMINO


      -     ¡Sánchez, el informe!
-         ¿Quiere que lo lea o lo hace usted, señor Comisario?
-         No; no es necesario, hágame  sencillamente un resumen.
-         El sospechoso se presentó en silencio, arrastrando los pies. Llevaba barba canosa de más de una semana, iba desaliñado, el abrigo raído y lamparones de grasa en la pechera de la camisa. Llevaba una pajas adheridas al pelo que delataban donde había pasado la noche, aunque él tenía otra versión.
-         ¿Que dijo?
-         Dijo haber dormido en el confín del mundo, donde el mar comienza a secarse, donde no hay ni noche ni día, ni norte ni lluvias, ni derecha ni izquierda ni primaveras ni domingos de Ramos.
-         ¿Tiene coartada, estuvo alguien con él?
-         Dice que le acompañó una Pepsicola que le habían convidado en el bar Cinema de un tal señor Vidal, pero que no recordaba quien había sido.
-         ¿Pertenencias?
-         Una cajetilla de celtas cortos y un mechero.
-         Todo esto me parece surrealista, Sánchez, nos van a poner a parir
-         ¿Se le conoce familia?
-         Si señor… bueno… yo.
-         ¿Usted?
-         Si, señor comisario, yo y todos los de mi generación. Ese hombre es patrimonio de nuestra infancia.
-         ¿Cuál su nombre?
-         Jacinto Rebollo, señor.
-         ¿Alias?
-         Para los amigos Orozco
-         ¿Y para los enemigos?
-         Los Ángeles no tienen enemigos, señor Comisario, son sencillamente hierbabuena del camino.



L.F.S.C.



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