viernes, 11 de julio de 2014

DIOS DE MADERA.


“El alacrán le pidió a la rana que le cruzase el río sobre su espalda, puesto que él no sabía nadar. 
- No, no lo haré porque no me fío que durante la travesía no llegues a picarme.
- ¡Qué tontería si te picase moriríamos los dos, tú por mi veneno y yo ahogado en el río.
- Bien, y ¿Qué gano yo con ayudarte?
- Bueno tú tienes fama en todo el bosque por tu generosidad. Además te ganarías mi respeto y mi consideración y harías una buena obra.
- Está bien. Sube que te llevo.
Cuando iban cercanos ya a la otra orilla el escorpión picó a la rana.
- Estás loco. Me has picado y ahora moriremos los dos.
- No he podido evitarlo. Es mi naturaleza.”

Le dimos el poder y la gloria y le alzamos a espurios altares. No desvestimos por completo para dárselo todo y cuanto más poseía más quería de nosotros. La soberbia le cegó la razón y la avaricia le petrificó el corazón hasta convertirlo en una alimaña. Una mañana todo el poder que le habíamos concedido lo empleó contra su pueblo. Primero desterró a los sabios y a los maestros de nuestros hijos, y la oscuridad de la noche remplazó al entendimiento y a la sabiduría. Más tarde encarceló a los médicos, sanadores y curanderos, poniéndolos a todos a su exclusivo servicio. Luego entró con sus cañones y sus bestias en los palacios de justicia y expulsó de ellos a los jueces y a los hombres justos y los remplazó por aborregada servidumbre y cómplices marionetas. Finalmente se apropió de nuestros aparejos de pescar, nuestros aperos de labranza y nuestras herramientas. Hizo una pila en medio de la plaza y mandó prenderlos fuego.
Yo me arrodillé ante el pidiendo clemencia. Quise depositar en sus pies bálsamos y efluvio de flores para despertar su merced, pero él intentó golpearme con su rodilla en el más infame de los desprecio. Fue entonces cuando al agarrarme a sus sandalias me dí cuenta de la falsedad. Había tocado sus tobillos y entendí que todo él era de madera. Dejé que me golpeara y caí al suelo sonriendo. La venganza estaba servida, el tiempo se haría cargo de ella.
Y así fue. El sol, el frío y la lluvia terminaron pudriendo la madera y aquel falso dios se derrumbo sobre el suelo como un pelele.
En seguida elegimos a otro. Ahora habíamos acertado, éste era, sin duda, el verdadero.
Le aclamamos y vitoreamos hasta quedarnos afónicos y las sonrisas volvieron a dibujarse en el rostro de las gentes. Apareció en el cielo el arco iris como señal de exultación. Había merecido la pena esperar, al fin teníamos nuestra recompensa a tanto sufrimiento y aflicción.
En seguida se puso a bautizar a las gentes en la ribera del río. En la otra orilla cientos de peregrinos le aguardaban impacientes.
Yo me ofrecí para pasarle, sobre mis espaldas, a la otra parte del río. Todos queríamos cargar con él, todos nos disputábamos el privilegio de poder cruzarle.
Al fin se fijo en mí. Ahora yo sería la envidia de todos, de los mío y de mis enemigos. Se hablaría de aquel acto en sus evangelios y hasta es posible que pusieran mi nombre.
Cargue con él sobre mis espaldas y cuando habíamos cruzado la mitad del río, desenfundó su puñal y me lo clavó en el corazón.
- Oh Dios ¿Por qué has hecho eso?
- No he podido evitarlo. Es mi naturaleza – me contestó.
Alguien debería poner un palo en la rueda del molino para que ésta deje de girar eternamente
.


L.F.S.C.

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