HIERBABUENA DEL CAMINO
- ¡Sánchez, el informe!
-
¿Quiere que lo lea o lo hace usted, señor Comisario?
-
No; no es necesario, hágame sencillamente un resumen.
-
El sospechoso se presentó en silencio, arrastrando los pies.
Llevaba barba canosa de más de una semana, iba desaliñado, el abrigo raído y lamparones
de grasa en la pechera de la camisa. Llevaba una pajas adheridas al pelo que delataban
donde había pasado la noche, aunque él tenía otra versión.
-
¿Que dijo?
-
Dijo haber dormido en el confín del mundo, donde el mar
comienza a secarse, donde no hay ni noche ni día, ni norte ni lluvias, ni
derecha ni izquierda ni primaveras ni domingos de Ramos.
-
¿Tiene coartada, estuvo alguien con él?
-
Dice que le acompañó una Pepsicola que le habían
convidado en el bar Cinema de un tal señor Vidal, pero que no recordaba quien
había sido.
-
¿Pertenencias?
-
Una cajetilla de celtas cortos y un mechero.
-
Todo esto me parece surrealista, Sánchez, nos van a
poner a parir
-
¿Se le conoce familia?
-
Si señor… bueno… yo.
-
¿Usted?
-
Si, señor comisario, yo y todos los de mi generación.
Ese hombre es patrimonio de nuestra infancia.
-
¿Cuál su nombre?
-
Jacinto Rebollo, señor.
-
¿Alias?
-
Para los amigos Orozco
-
¿Y para los enemigos?
-
Los Ángeles no tienen enemigos, señor Comisario, son
sencillamente hierbabuena del camino.
L.F.S.C.
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